miércoles, 4 de marzo de 2009

Sabes que es gachí?


Ahora estoy leyendo Trópico de Cáncer, un clásico de Henry Miller. Existe un personaje sinvergüenza, un americano que vive en París y se queja de todo.
Copio aquí algunas de sus líneas que son, para mi, totalmente de –player-:

—Sólo una gachí rica puede salvarme ahora —dice, con aspecto de fastidio absoluto—. Acaba uno cansándose de perseguir a tías nuevas sin cesar. Llega a ser algo maquinal. Lo malo es que no puedo enamorarme, ¿sabes? Soy demasiado egoísta. Las mujeres sólo me ayudan a soñar, y nada más. Es un vicio, como la bebida o el opio. Tengo que tirarme una nueva cada día; si no, me pongo enfermo. Pienso demasiado. A veces me sorprende lo rápido que lo consigo... y lo poco que significa. Lo hago automáticamente. A veces no estoy pensando en una mujer lo más mínimo, pero de repente noto que una mujer me está mirando y entonces, ¡zas!, vuelta a empezar. Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, ya la tengo aquí arriba en la habitación. Ni siquiera recuerdo lo que les digo. Las subo aquí, les doy unos azotitos en el culo, y antes de saber de qué se trata, se ha acabado. Es como un sueño... ¿Entiendes lo que quiero decir?


—Oye —dice—, ¿conoces por casualidad a una tía que se llama Norma? Anda todo el día por el Dôme. Creo que es tortillera. Ayer la tuve aquí y le estuve haciendo cosquillas en el culo. No me dejó hacer nada. La tuve en la cama... hasta le quité las bragas... y después me dio asco. ¡Dios! Ya no puedo soportar eso de tener que forcejear así. No vale la pena. O tragan o no tragan: es absurdo perder el tiempo luchando con ellas. Mientras forcejeas con una mala puta como ésa, puede haber una docena de tías en la
terrasse
muertas de ganas de que se las cepillen. Es la pura verdad. Todas vienen aquí para que se las tiren. Creen que aquí todo es vicio... ¡
las muy cretinas!
Algunas de esas maestras procedentes del Oeste, de verdad que son vírgenes... ¡En serio! Se pasan el día con el culo pegado a la silla pensando en eso. No necesitas trabajarlas demasiado. Se mueren de ganas. El otro día me ligué a una mujer casada que me dijo que hacía seis meses que no follaba. ¿Te imaginas? ¡Dios, qué cachonda estaba! Creía que me iba a arrancar la picha. Y no paraba de gemir. «¿Y tú? ¿Y tú?» No dejaba de repetirlo, como si estuviera chiflada. ¿Y sabes lo que quería, la muy puta? Quería venir a vivir aquí. ¡Tú fíjate! Me preguntaba si la amaba..., y yo ni siquiera sabía cómo se llamaba. Nunca sé cómo se llaman... No quiero saberlo. ¡Las casadas! ¡Dios! Si vieras todas las tías casadas que traigo aquí, perderías para siempre las ilusiones. Son peores que las vírgenes, las casadas. No esperan a que tomes la iniciativa: te la sacan ellas mismas. Y luego hablan de amor. Es repugnante. ¡Te aseguro que estoy empezando a odiar a las tías!


Gachí...es una mujer joven...¡¡¡Vivan las gachís!!!